Blog

María Dolores Arenas

Intervención 37

El relojito Cucú

De procedencia alemana y suiza y fechado en el siglo XVIIl, el reloj de cuco se caracteriza por tener una abertura por la que cada media hora sale un autómata, un pajarillo,  que emite un canto semejante a un cuclillo, cuya onomatopeya se resuelve en “Cucú”. (Wikipedia). Visualizar una imagen ayuda a su comprensión.

Una dinámica divertida y participativa con este tipo de relojes sirve de estrategia para compartir en el aula contenidos didácticos y preceptivos en Educación Primaria como las horas del reloj.

El hecho de jugar con un relato siempre despierta la atención en los alumnos y más si ellos se sienten protagonistas de la historia por la interactividad que requieren sus propuestas e interrogantes continuos.

Modo de realizarla

Se puede dibujar en la pizarra una gran esfera numerada para que los niños visualicen y repasen todos los pormenores de las horas.
El animador empieza a leer y cada vez que encuentra un interrogante en la narración insinuado por los tres puntos suspensivos se detiene y solicita la colaboración de los oyentes para que aporten sus soluciones mediante palabras simplemente o accionando con gestos también. Así todo el alumnado se convierte en sujeto activos del relato.

Las sugerencias de las propuestas están resueltas en la dinámica, pero cada cual puede sustituirlas según los propios intereses. El relato aporta ideas para compartir, suprimir o sustituir por conocimientos generales o conceptos de la unidad didáctica en curso, e igualmente para adaptarlo a distintos niveles de enseñanza. Lo importante es convertirlo en juego mediante esa participación general.

Dinámica

Un día Don Samuel llevó a clase
un reloj llamado Cucú.
Quería que los niños aprendieran las horas
y empezar con algo divertido era la forma.

−El relojito Cucú funciona así:
cuando hay que dar las horas,
el pajarito Cucú por la puerta de su casita asoma.
Si es la una cantará “cu-cú” una vez.

Pero si son las dos… ¿qué cantará?…
Pues dos veces la misma canción.
¿Y si son las tres, las cuatro o las seis?…
¿Cuántas veces lo mismo oiréis?…

Y además cada media hora,
siempre que pasa por el número 6,
Cucú sale y canta una sola vez
y corriendo se mete en su casita después.

Los niños impacientes esperaban
que, como explicaba el profesor,
Cucú saliera a dar la media y las horas,
y solo deseaban que asomara sin demora.

Cuando la una llegó Cucú de pronto apareció.
¿Y cómo y cuántas veces la una cantó?…
Cuando tenía que dar las dos…
¿cuántas veces de su casita salió… Y cómo cantó?…

Los niños contentos después aplaudían…
y a Cucú su información agradecían
y miraban al reloj cada momento
a ver quién lo veía salir primero.

¡Qué contento allí vivía el pajarito Cucú!
Le encantaba dar la horas
y disfrutaba al ver cómo ya los niños sabían
hasta los minutos que faltaban para su salida.

Además Don Samuel les enseñó cuáles eran los cuartos, la media.
A contar de cinco en cinco en toda la esfera.
A partir de las12 añadir minutos según rayitas: “y 5, y 6, y10…
Y cómo las 13, las 14 o las 15… también podrían ser.

Con el tiempo los niños a Cucú se acostumbraron
y cuando daba las horas ya no le hacían ni caso.
Entonces Cucú, se puso triste, se enfadó
y veamos lo que pasó.

De repente un día, cuando dar la una tocaba,
en lugar de decir cu-cú, ¿sabéis qué dijo?…¡Ca-ca!
Los niños que tal cosa oyeron
de risa casi cayeron al suelo.

Y esperaban con gran deseo
que diera otra hora con su “ca-ca” de nuevo.
Y a las tres salió Cucú y ¿cuántas veces ca-ca cantó?…
y a las cuatro, qué pasó… ¿cucú o ca-ca se oyó?…

Don Samuel pensó algo enfadado
que Cucú no debía decir ese vocablo.
Entonces lo metió en una caja
y lo llevó al relojero sin tardanza.

Al cabo de unos días lo recogió
y de nuevo a clase lo llevó.
Los niños esperaban con deseo
ver cómo Cucú quedó con el arreglo.

Cucú a las diez de su casita salió
y entonces ¿qué se oyó?: ¿cu-cú o ca-ca?…
Pues no se oyó ni cu-cú ni ca-ca.
Se oyó otra cosa muy rara:

“Tócate la nariz, tócate la nariz”

Y muchas veces lo mismo repetía
hasta que los niños hacían caso a lo que decía.

A las once Cucú de su casita salió
y esto de nuevo se oyó:

“Ráscate la cabeza, ráscate la cabeza”

Y muchas veces esto repetía
Hasta que los niños ese gesto hacían.

A las doce Cucú de su casita salió
y esto de nuevo se oyó:

“Date un palito en tu culito, date un palito en tu culito”

La verdad es que era una risa
oír a Cucú decir tantas tonterías.
El profesor pensó que Cucú estaba loco
y que el relojero lo estropeó del todo.

Don Samuel ese día a su casa lo llevó
a ver si él le daba solución.
Con un palito apretó un tornillito
y esperó a ver qué hacía el pajarito.

Entonces Cucú no dijo ni pío.
Ni a las diez ni a las once ni a las cinco.
De nuevo a clase lo llevó
y a los niños anunció:

− Olvidaos de Cucú para siempre.
Se estropeó de repente.
Pero, cuando menos pensaban los niños,
Cucú asomó de nuevo y esto dijo:

−“Si estáis contentos de volverme a ver
aplaudid todos a la vez”…

“Y si queréis que siga diciendo cositas,
¿me haréis caso cuando yo las diga?…

¿Sí?, pues vamos a ver”:

“Haz cosquillas al compañero”…

“Da una patada en el suelo”…

“Choca la mano al de al lado”…

“¿Quién me echa un besito volando?”…

“¿Cuántas son 3 más 3?”…

“¿Cómo se dice “SÍ” en inglés?”…

“¿Quién va obedecer sin tardar?”…

“¿Quién va a ordenar cada cosa en su lugar?”…

“¿Quién no va a discutir con el compañero?”…

“¿Quién va a leer muchos cuentos?”…

“Que cada uno diga en voz alta lo que quiere oír
que yo, con mucho gusto, os lo voy a repetir”

Entonces el profesor pensó muy decidido:
¿Y si Cucú repitiera lo que explico cada día?
Dicho y hecho en un momento
la idea cobró forma en su pensamiento.

A Cucú le gustó la idea.
Aprender jugando era la mejor manera
Y así, en el día a día,
Cucú lo explicado repetía.

“¿Cuál es la letra más redondita?”…

“¿Cuál es la que lleva un puntito?”…

“¿Qué número parece una sillita?”…

“¿Y el que parece un patito?”…

“¿Quién con sus dedos forma un triángulo?”…

“¿Quién con sus dedos forma un cuadrado?”…

“¿Cuántas patitas tiene una palomita?”…

“¿Y una vaca que anda cojita?”…

“¿Cuántas letras tiene tu nombre?”…

“¿Cómo lo lees si al revés lo pones”…

“¿Te gustaría llamarte así?”… (Samuel o Leumas)
“¡Qué gracia!”

“Y si lo dices solo con la “a”… (Samaal). Con la “e”… ( Semeel)
con la “i… (Simiil). Con la “o”… (Somool). Con la “u”…( Sumuul)”.

“¿Cada uno sabe decir su nombre con la misma vocal?… A ver”…
Y todos repetían su nombre mientras reían sin parar.

−Bueno, Don Samuel, −Cucú concluyó.
Todos saben muy bien lo que yo pregunto.
Es hora de que los niños se vayan a casa a jugar con los papás,
y, tras la cena, un cuento en la cama y a descansar.

Y todos los niños se divertían y aprendían de lo lindo
jugando cada día un ratito con Cucú, el gracioso relojito.