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María Dolores Arenas

Intervención 16

La Escritura Creativa

Hay que repetir sin cansarse que enseñar a escribir a un niño es muy fácil. Está argumentado en la Introducción del Taller de Escritura y nada más sencillo que enseñar con constancia a entrenar sobre papel unas grafías arbitrarias que representan los sonidos de un alfabeto determinado.

No hablamos de enseñar a escribir sino de descubrir y practicar la “escritura creativa” a partir de edades tempranas y con un componente, participativo, lúdico, cómodo, sin deberes posteriores, improvisado e incluso solicitado por los alumnos por novedoso donde pueden dar rienda suelta a una imaginación sin límites aún no explorada.

A veces los ejercicios de redacción copian una realidad vivida y repetitiva, sin descubrir nada nuevo. Otras sirven para controlar faltas de ortografía que  repercuten sobre la nota de la asignatura de lenguaje y en muchos casos genera desánimo en la escritura tener que copiar los enunciados de los ejercicios a los que hay que contestar en cada unidad.  A título de sugerencia, una propuesta para la creación por escrito.

Actividad

Esta iniciativa fue estrenada y entrenada  eficazmente en alumnos de Magisterio en la asignatura optativa de “Taller de Cuentos” y  la troncal de “Literatura Infantil”.

Antes de empezar la clase, los alumnos escriben en un folio,  durante 10 únicos minutos, lo que les sugiere al dictado una frase arbitraria…

“¡Pam, pam! Llamaron a la puerta. Abrió y entró la cabra”…

“Y en lo más alto del pino las golondrinas montaron su falla”…

 “No podía creer lo que tenía en mi mano”…

“Y decidí que la Hormiga sería mi mascota”…

“Una, dos y tres… Chantatachán”…

“El gran rugido del león convocó a la selva para montar el Belén de Navidad”… 

“Y sus pies eran tan grandes como el coche de mi padre”…

En todos los casos cada frase nunca exige lo previsible, porque no existe patrón. Es forzoso trasmitir al lápiz la fuerza de la mente que sugiere enlazar con palabras algo que no se le hubiera ocurrido alguna vez.

Una razón  puede valer para argumentar la eficacia de  esta práctica:

“Cuando la imaginación no sabe por dónde salir es capaz de inventar, descubrirse y asombrase de su propio invento”.

Trascurridos casi diez minutos,  viene el aviso de su inminente final. ¡Fin!. Y, a pesar de las quejas que solicitan más tiempo, se comparten en voz alta las creaciones, se valoran los logros y se motivan para terminar, voluntariamente en casa. Lo hacían.  

Una muestra salvada de la participación ilustra el ejemplo.

“No podía creer lo que tenía en mis manos”

Sobre la mesa de mi escritorio, rodando, rodando, había aparecido una bola de cristal transparente que cogí y abracé entre mis manos sin pensar.
De repente, empezaron a salir de ella unos haces luminosos de mil colores con un chisporroteo incesante que me asustó. La solté aunque su tacto era tibio y agradable.
Un ser diminuto se hizo visible dentro de ella y, poco a poco, la bola de cristal se abrió y, como un resorte, saltó al exterior.
¡Increible!
¿Qué sería este extraño ser? ¿Qué hacía allí?
El extraño ser se ovilló y rodó. Rodó hasta pararse muy cerca de mi inmóvil mano derecha. Con su rabo largo golpeó un lápiz y lo situó entre mi pulgar e índice y al tocarlo brilló.
Con un chasquido de dedos supe lo que tenía que hacer con ese ser increíble al que bauticé Chispa. Con él podría vivir mi propia aventura…

Pero lo más sorprendente es el resultado de esta actividad en menores incómodos con la práctica de escribir y reacios a la redacción.  Un ejemplo es esta colaboración textual de un niño de 11 años con la que disfrutó, hizo reír y sugirió más de lo mismo otra vez.

“¡Pam, pam! Se oyó la puerta. Abrió y entró la cabra”…

“Una cosa que me sorprendió fue su chaqueta y sus botas altas.
Sobre todo me “sorprendió” sus calcetines en los cuernos.
Como no podía hablar, sacó papel y lápiz y escribió:
Ahora vienen mis amigos para hacer ¡fiesta!
Ahora.

Incluía dibujo de la cabra.

¿Qué tal un par de días a la semana incluir esta actividad?
Para opinar siempre probar.