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María Dolores Arenas

Intervención 6

Ricardo Alcántara. Editorial Everest

El camino hacia el relato

Desde que la humanidad hizo vida nació como niño y en todo momento histórico, con más o menos medios, ese niño ha tenido que crecer, desarrollarse, nutrirse y beneficiarse del soporte material, espiritual y cultural que el medio le podía ofrecer.

Y desde este preciso momento la humanidad entendió que para entrar en el mundo del niño hay que convertirse en niño. Nunca han hecho falta estudios pedagógicos ni presupuestos psicológicos para descubrir que en el mundo del niño se puede entrar, cómodamente, a través del juego y del cuento.

Y ahí empieza el relato. Y jugamos a contar historias.

Un relato que convertido en  cuento ha merecido el título de “género didáctico y lúdico” por excelencia, título que se queda vacío si detrás no hay un buen contador de historias, que sabe entrar en el mundo del niño y puede regalarle ese soporte, material, espiritual y cultural que necesita. Ese adulto será el responsable de “empezar a jugar” y que resulten atractivos los comienzos y así  las consecuencias, a corto  y largo plazo, serán inmejorables.

Como objetivo a largo plazo  intentaremos  despertar y afianzar el tan problemático tema de la Animación a la lectura. Si conseguimos que un niño ame las historias desde pequeño, luego será más fácil que recurra a ellas  para seguir alimentando ese placer personal.

Habrá que precisar que una de las causas del fracaso escolar también puede ser la falta de Animación a la lectura, pues si un niño no descubre el placer de leer, el gusto por saber qué cuentan unas páginas, qué descubren, qué enseñan, le resultará más difícil leer por obligación durante todo su proceso escolar. Sin olvidar que antes de llegar al tejado de ese edificio colosal de la Animación, hemos ido poniendo  los cimientos:

 • El sonidos, el fonema, la onomatopeya, el gesto, la imagen, la sílaba, y la palabra a media lengua han sido los materiales de esos cimientos que van a despertar las historias que animan a leer.

• El hábito, la rutina, el juego, la dedicación, la paciencia, la atención, la constancia, la preparación, la disponibilidad y la sonrisa del adulto que acompaña serán la mano de obra. Sin mediadores es más difícil despertar el placer de leer en un niño.

• El resto lo hará el propio cuento porque el mundo del “Había una vez” siempre ha tenido connotaciones mágicas. Ha sido la llave maestra que ha abierto las puertas de la imaginación y ha estrechando el círculo de complicidad adulto-niño, convirtiendo la vida en un juego en el que el adulto se convierte en niño para tocarlo con sus palabras y el niño se convierte en estatua con vida, que escucha con avidez lo que vendrá después de ese “Érase que se era”.

Podemos entrar en el mundo del cuento  con cualquier tipo de material, incluso aprovechando los que  tenemos en casa, esos que están en nuestro recuerdo intactos y conservados en nuestras estanterías,  con mucha ilustración relevante  buscando siempre los que se adecuen a los intereses de ese niño ya atento a nuestra nuevas intervenciones. Los adaptaremos a sus capacidades siempre recordando que no hay que saturarlos con excesivas palabras,  cuando son pequeños, solo las imprescindibles para resumir las tramas.

Sirve como ejemplo este cuento: “Cuando todos dormían” de Ricardo Alcántara. Tiene un cuarto de siglo y sigue reclamando la atención de los niños pequeños, padres y alumnos de maestros actuales que un día lo descubrieron en el aula y los siguen gastando hoy.

La ilustración, sintácticamente libre para poner nuestras propias palabras y semánticamente interpretable,  ha asumido el papel de guía narrativa y ha permitido dirigir una narración compartida con los niños que les encanta por la técnica interactiva y por la historia que juega con la intertextualidad de personajes de los cuentos tradicionales: Caperucita Roja.

El resultado ha sido un relato personal muy idóneo a partir de tres años, sin olvidar que la Ilustración supone el primer material aconsejable para el niño en el estado pre-lector. A través de ella, el niño entrena su capacidad asociativa que, ayudada de la memoria placentera, supone un enriquecimiento total cuando lo aplica en su realidad inmediata.

En la misma línea de pequeño relato compartido tenemos este otro material: cuatro monográficos desplegables: “Veo, veo” ¿Un gato?, ¿Una rana?, ¿Un ratón?, ¿Un caracol? y los cuatro juntos reunidos en un mismo álbum.

Guido van Genechthen. E. Edelvives

Con los monográficos  jugamos al Veo, veo con el niño para adivinar qué animal aparece en  cada página desplegable y después montamos un pequeño relato interactivo, permitiéndole la mayor participación posible. Si en algún momento el niño falla en el reconocimiento de la imagen, es incluso beneficioso porque aprende una cosa nueva. Como en la vida misma.

Hacemos alusión a los métodos de reconocimiento de imágenes citados por Teresa Durán (Leer antes de leer) : Tentativa y acierto: muy bien. Tentativa y error: nuevo aprendizaje. Tentativa y disparate: los errores pueden ser creativos, divertidos y con su margen de licencia interpretativa.

El material es muy útil para muchas y distintas ocasiones.

En Instagram: ♯mariadolorestecuento, encontraréis otras alternativas de este material para interactuar con el niño: Veo,veo ¿Una rana? , Veo,veo ¿Un ratón?