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María Dolores Arenas

Intervención 2

1,2,3, Cuenta en la granja. Todolibro Ediciones.

La lectura de imágenes

Un niño, desde que nace, aparte del incondicional cariño y atención, necesita palabras que pongan nombre y reconozcan el mundo que le rodea y un libro de imágenes llamativas y plenas de color, con significantes y significados evidentes, va a facilitar su asociación y aprendizaje.

Empezamos ya a dar los primeros pasos del saber con la lectura de imágenes.

Los Po-ups son excelentes libros de imágenes bastantes realistas que reflejan nuestro entorno y en un principio nos sirven para mostrar al  niño todo cuanto aparece en sus páginas a través de sus variadas y monográficas presentaciones.

El catálogo de imágenes infantiles supone un diccionario de vida: figuras humanas, toda clase de animales domésticos, salvajes, marinos, aves… objetos cotidianos reconocibles o por descubrir, la naturaleza en todas sus manifestaciones, un todo poderoso inacabable acude a los ojos del niño para grabar en su mente cual hoja de papel en blanco.

Estos materiales resultan ser auténticos juguetes novedosos y extraordinarios a los que aplicaremos distintas dinámicas que, con el paso de los meses y el progreso de su madurez, el niño absorberá rápidamente, siempre y cuando juguemos cada día con el mismo ejemplar para activar su memoria asociando la imagen y sus vocablos: el perro, la casa, el pájaro, el árbol, la flor…

Al principio no es necesario que los niños sepan hablar, solo que descubran, practiquen y memoricen dónde está el gato, la rana, el camión, la flor… y lo señalen con su dedito o tal vez empezar las palabras avanzando la primera sílaba: Pe…lota, Ca…ballo… y que ellos concluyan.

Si no hablan aún bien, no abusar de diminutivos para identificar imágenes. Después todo es “atito y atita”.

Llega un momento en que el niño empieza a manejarse con palabras y la dinámica se convierte en un juego divertido para él que consiste en ir pasando las hojas de las muestras y detenernos en las imágenes que aparecen preguntando “Esto qué es, cómo se llama, qué hace, su onomatopeya, de qué color, cuántos hay, vamos a contar, nadan, saltan…”

En esta ocasión, sentaremos al niño en nuestras rodillas delante del material y requisito indispensable será tener entrenado ese hábito que garantice  la seguridad física del libro para que no lo rompa, incluso sin querer, que llega pronto si se exige con constancia. 

Mi nieta es la protagonista de este video que se convierte en la  joya más explícita de las posibilidades de una niña de dos años y medio. Con una muestra totalmente improvisada, sin ningún tipo de ensayo previo, avanza la lectura de imágenes donde cabe hasta su graciosa intervención: “mucho cuidado”, dice a la rana que salta y es preceptivo escuchar con atención cómo reclama al final: “Otro cuento”.

Es evidente que aquí ha habido un gran trabajo de campo con muchos y distintos títulos que ella reconoce, elige por sus cubiertas, porque están a su alcance, e incluso se los cuenta a sí misma. Ama la hora del cuento hasta convertirla en hábito, como ya lo demostraba sin saber hablar y la reclamaba en el día a día, señalando con su dedo su mano donde habría un supuesto reloj: “La hora del cuento”. El Cuento se ha convertido en un juguete favorito que reclama con asiduidad.

Ahora, con un año más, en la antesala del sueño plena ya de mil historias, son los papás los que tienen que decir: ” Fin. Se acabó. El último”. Su nivel de vocabulario y comprensión habla a gritos de “Cuentos”.